miércoles, 8 de junio de 2011

Los Sofistas

Hacia el S. V a.C. se producente en el mundo griego importantes transformaciones sociales. El fin de las guerras médicas significó un período de paz y de prosperidad económica. Los sectores medios (artesanos, mercaderes, armadores de barcos) no pertenecientes a la nobleza pero que se han enriquecido, aspiran a lograr mayor poder político. Estos fenómenos sociales se convierten ahora en tema de reflexión y desvían la atención del anterior intento de comprender la naturaleza. Al período cosmológico (preocupación por el cosmos) le sucede un período antropológico. Los temas centrales son ahora las cuestiones humanas: éticas, políticas, jurídicas, etc. Los Sofistas y Sócrates representan este nuevo modo de pensar.

1-      Los Sofistas: Maestros de Areté.
Constituyen un grupo humano dedicado profesionalmente a la enseñanza. Como sus libros se han perdido sólo contamos con las referencias que sobre ellos traen autores posteriores. Conservamos los nombres de quienes parecen haber sido los más importantes: Protágoras, Gorgias, Trasímaco, Calicles, Hippias, etc. Viajaban por las polis griegas, se instalaban un tiempo en alguna de ellas y se dedicaban a enseñar la Areté.

2-      ¿Por qué preguntarse si la Areté se podía o no enseñar constituía un problema político capital?
Comencemos por acordar lo siguiente: ¿a quiénes debemos encargar  el gobierno de la polis? ¿A los peores o a los mejores? Sin duda a los mejores. Esto se dicen en griego: a los que poseen la Areté (= Excelencia, perfección, superioridad).
Ahora aparece un nuevo problema:
a)      ¿En qué consiste la Areté? (Es decir: ¿Quiénes son los mejores?). En el desarrollo de la cultura griega aparecen diferentes ideales de excelencia o de perfección. En el mundo de los poemas homéricos, la Areté consistía en la bravura del guerrero. Los mejores son aquellos que como Agamenón, Aquiles o Ulises son valientes guerreros.
En “Los trabajos y los días” de Hesíodo encontramos otro ideal de Areté: ésta es ahora la laboriosidad y el sentido de la justicia.
Los Sofistas, como después veremos, introducen un nuevo concepto de Areté: es la sophia, la sabiduría. El hombre superior es el hombre sabio. Este ideal habrá de perdurar en todo el mundo antiguo.
b)      La Areté, ¿se puede enseñar? La nobleza sostenía que no, que esa superioridad que nos habilita a ejercer el gobierno se encuentra en la sangre y como herencia natural circula entre las familias aristocráticas. La nueva clase social en ascenso sostenía, en cambio, que la Areté se adquiere por la enseñanza, se puede aprender, no se hereda. Los Sofistas aparecen como los maestros que pueden enseñar esta Areté que los jóvenes con aspiraciones políticas desean aprender.


3-      La enseñanza sofística.
Recordemos que para los Sofistas la Areté consiste en la sabiduría. Ahora bien ¿en qué se manifiesta que alguien es sabio? En que, cuando pronuncia un discurso en la asamblea del pueblo (Ágora) convence a todos los oyentes. Por tanto, el hombre sabio, es el orador persuasivo.
                        De aquí que la enseñanza sofística tenga dos aspectos:
                        Primeramente es la transmisión de una cultura humanística (literatura, historia, mitos, etc.) de nivel superior, que proporcionan al orador el contenido de sus discursos.
                        En segundo lugar, las técnicas oratorias que mediante la disposición adecuada permiten confeccionar esos discursos persuasivos. Esta enseñanza terminó formalizada en lo que la antigüedad Grecorromana llamó el Trivium, las tres disciplinas, que constituyeron la formación del político (y también del abogado): gramática, retórica y dialéctica (arte de la discusión).
Se trata de una educación instrumental que nos permitirá “hacer fuerte la causa más débil”. En este clima utilitario el interés se desplaza de la verdad al éxito. Esto se ve claro en la ejercitación mediante los “dobles discursos” donde se trata de demostrar con la misma fuerza persuasiva una tesis y su contrario. Este uso “engañoso” de la razón llevó a la elaboración de sofismas, argumentaciones psicológicamente persuasivas pero lógicamente falsas. La necesidad de revelar la falsedad de estas argumentaciones forzó a los pensadores opuestos a los Sofistas (Sócrates, Platón, Aristóteles) a desarrollar la Lógica como el establecimiento de las reglas del razonamiento correcto.
                       
                        4- Los Sofistas como críticos.
                        Los Sofistas aparecen como críticos de la sabiduría tradicional y de la confianza ingenua en el poder de la razón para descubrir la  verdad. Así Protágoras sostenía que “el hombre es la medida de todas las cosas” y que, en consecuencia, toda afirmación está afectada de subjetividad: pienso que hace frío porque yo siento frío, sostengo que un cuadro es bello porque me o gusta o que una ley es justa porque me conviene.
Respecto de la ley en general y como instrumento de crítica a las valoraciones tradicionales, introducen una distinción fundamental entre lo que llamamos justo por Nomoi (convención, costumbre) y aquello que es verdaderamente justo (Physei) porque lo es por naturaleza. Así, la esclavitud, ¿es justa o por naturaleza los hombres somos todos igualmente libres?
                        Esta idea pudo llevar al extremo de rechazar toda ley contraria a la naturaleza (ver el ejemplo de Calicles) que me exige realizar sin límite todos mis deseos. Pero también, esta actitud crítica forzó a la reflexión posterior en una base más sólida que la mera costumbre del orden social.

Fuentes:
Jaeger, E. Paideia. FEC
Carpio, A.P. Principios de Filosofía

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