viernes, 2 de noviembre de 2012

¿Qué nos proponen los posmodernos?


Dr. Rubén Vasconi.
¿QUÉ NOS PROPONEN LOS POSMODERNOS?
Ante el pnsamiento posmoderno nos encontramos hoy en una situación semejante a la que vivíamos respecto del “existencialismo” hacia 1950 Se hablaba de él, se lo encontraba en diferentes rasgos de la cultura (literatura, ropa, peinado, filosofía, actitudes cotidianas) pero sus caracteres y representantes estaban muy poco dibujados. Sin duda, eran “existencialistas” Sartre o Heidegger, un antecedente importante lo hallábamos en Kierkegaard, en la misma zona ubicábamos a un español como Unamuno, pero tambien se veía el existencialismo en San Agustín, que hablaba de la “inquietud del corazón”  y tal vez fuera ya un existencialista Sócrates que nos exhortaba a conocernos a nosotros mismos. Los años fueron aclarando la problemática y dibujando esta corriente filosófica.
También el posmodernismo ha trascendido más allá del ámbito técnico de la filosofía para infiltrarse como un rasgo de la cultura contemporánea.
En esta breve exposición nos atendremos a estos límites: ante todo, sólo hablaremos de aquéllos que expresamente se llaman a sí mismos posmodernos, como G. Vattimo y J. F. Lyotard. En segundo lugar, marcaremos aquellos rasgos o líneas típicas de pensamiento que constituyen el acervo común de estos pensadores. 
Lo que nos parece más interesante de esta postura es que no constituye una corriente más de pensamiento que se opone a otra (como Hegel a Kant o Marx a Hegel) sino que lo que ponen en tela de juicio es el proyecto filosófico en su totalidad, tal como nace en Platón y alcanza su plenitud con Hegel. Desde este enfoque, consideraremos algunas propuestas posmodernas.

        1. La tarea de la filosofía
Tradicionalmente se ha concebido la tarea de la filosofía como la reflexión que nos permite dirigirnos desde lo aparente a lo real. Esto era lo que Platón ilustraba con la bella alegoría de la salida de la caverna. Esta tarea se fundaba en una concepción del mundo. “Lo que es” puede disponerse, en general, en la forma de un gran triángulo. En la cúspide tendríamos “Lo Uno”, verdadera realidad, sólida, permanente, siempre idéntica a sí misma. En la base, la multiplicidad de los “hechos”, diferentes, contingentes, efímeros, que constituyen la apariencia. Conducir de lo aparente a lo real, de lo multiple a lo uno, de lo diferente a lo que permanece siempre idéntico a sí mismo, ésta es la tarea de la Filosofía.
El sabio, instalado en lo real, encarna la verdad y por eso ejerce legítimamente el poder. Éste es el pensar de la metafísica, un pensar violento que excluye lo diferente.
Los posmodernos suelen repetir el anuncio de Nietzsche: “Dios ha muerto” (Dios representa aquí la “verdadera realidad”). ¿Qué nos queda, entonces? La multiplicidad de apariencias, efímeras, fragmentarias y que no pueden reducirse a la unidad.
La tarea de la filosofía ha cambiado: ahora se ocupa de enseñarnos cómo vivir sin neurosis en un mundo en que “Dios ha muerto”. (O, dicho en las palabras de Nietzche: “Sabiendo que el mundo es un sueño, seguir soñando para no morir”).
El pensamiento posmoderno lleva al extremo esa “aligeración” del ser que ya había iniciado la fenomenología y desarrollado el existencialismo. Pero es vivida de otro modo. Para el existencialismo, el mundo, como sucederse de apariencias insustanciales, era vivido en la forma de la angustia por la falta de un fundamento sólido. Si lo dijésemos en términos psicoanalíticos, el existencialismo estaba habitado por la nostalgia del Padre Protector. Pero este Padre Protector era también un Padre Opresor. La muerte de Dios, la ausencia de un fundamento sólido, es ahora vivido de otro modo: como la experiencia de una libertad gozosa, la conciencia de no ser oprimidos por nada real.
En la fuente de este nuevo modo de pensar se encuentra un hecho histórico-social al que los posmodernos asignan un valor capital: el explosivo desarrollo de los medios de comunicación. A diferencia del hombre pasado, que vivía encerrado en un pequeño mundo, gracias a los mass-media (periódicos, revistas, cine, radio, televisión) y las ciencias sociales, vive un brusco ensanchamiento de su campo de experiencia, enfrentado a múltiples mundos, estilos de vida, propuestas de todo tipo, imposibles de ser reducidos a la unidad. Este ensanchamiento de nuestra experiencia, engendra un espacio abierto a nuestra libertad.

        2. La idea de ser y de verdad
Se trata para los posmodernos, de elaborar una nueva ontología que corresponda a nuestra experiencia actual del mundo.
Suelen llamarla “nihilismo”, como superación de la metafísica (=la creencia en algo real). El ser no es nada (nada real). El ser acontece en la forma de múltiples y cambiantes horizontes de sentido, transmisiones de mensajes, sobre la base de los cuales comprendemos los entes. Los conceptos que nos permiten pensar este “ser aligerado” ya no son: identidad consigo mismo, permanencia, eternidad, etc., sino, más bien: vida, juego, mortalidad, historia. Éste no es ya un ser real sino débil y declinante (Vattimo: el ser su-cede).
Estos mismos caracteres se trasladan a la verdad: en lugar de una ciencia unificada, que se cierra en un saber absoluto (Hegel),  tenemos en el mundo presente múltiples saberes, cada uno con su jerga (dialecto) o como juegos del lenguaje incomunicables entre sí. Dentro de estos saberes deben hoy ser contados: el pensar narrativo (mito), los lenguajes subculturales, etc.
Llegamos así a la dispersión de múltiples y diferentes mundos, verdades y formas de belleza. El criterio de verdad ya no es la unidad (la verdad es una) sino la multiplicidad. Digamos de paso que esta concepción del ser y la verdad quita todo sustento a los violentos y fanáticos.

        3. La historia
En la reflexión sobre la historia conviene tener presentes a pensadores como Hegel o Marx. Para ambos, la Historia (con mayúscula) constituye una realidad fuerte, paralela y pudiendo remplazar al ser de la metafísica. Como realidad fuerte puede legitimar el poder.
¿Qué entiende el pensamiento moderno por Historia? Dice: hay una Historia (largo trayecto que abarca a la totalidad del género humano) que, con unidad de sentido va marchando hacia una meta previsible que es lo mejor. De allí que exista un progreso necesario, constante superación donde lo nuevo es lo más valioso en tanto más cercano a la meta final.
Tenemos también aquí la relación entre lo Múltiple y lo Uno. La multiplicidad de acontecimientos humanos se reúnen en la unidad de la Historia.
Esta Historia es una ficción, elaborada por los poderosos para justificar su poder, se realiza mediante exclusiones; sólo es histórico aquello que entra en este trayecto previamente trazado. Las piezas que no encajan son suprimidas como contingencia carente de todo valor. 
Esto se ha hecho claro ahora que las ciencias humanas y los mass-media han aportado tantos datos (referentes a subculturs, culturas exóticas, vencidos, minorías, excluídos) que el panorama de la humanidad pasada y presente se ha hecho tan abigarrado que es imposible reducirlo a la unidad.
Así se ha desenmascarado la ficción. Terminada la ficción de la Historia no nos queda más que la multiplicidad de “historias” dispersas y fragmentarias. Nosotros (la humanidad) no nos dirigimos a ninguna parte.
Ahora, en este abigarrado mundo de acontecimientos, cada momento no es un tránsito hacia otra cosa sino que debe ser comprendido como un presente pleno.

         4. El hombre
A la ontología del “ser débil” corresponde un nuevo ideal humano como “sujeto débil”. Éste se contrapone al ideal moderno, el sujeto fuerte, llamado también, el sujeto “cristiano burgués” que se elaboró con los aportes del cristianismo, que recoge motivaciones del pensamiento clásico y llega a su culminación hacia el siglo XVIII. Según esta concepción, cada hombre es un yo dotado de un valor absoluto y cuya autonomía se funda en el pensar por el cual se vincula al fundamento absoluto.
Esta idea del hombre ha sufrido, desde diferentes ángulos, múltiples embates.
  1. Del Psicoanálisis, que pone en duda la autonomía del pensar y nos presenta un “sujeto sujetado” al deseo del inconsciente.
  2. Desde la teoría de la Ideología y de los roles sociales que ve al sujeto como mera internalización de lo social.
  3. De la lingüística, donde cada vez se acentúa más la idea de que no soy yo quien habla sino la lengua que habla a través de mí.
  4. De la información generalizada que nos presenta un individuo sujeto a la multiplicidad de mensajes.
  5. Y, por último, si “Dios ha muerto”, con él caduca el sustento en que, mediante el pensar, lograba la autonomía.
En lugar de este ideal fuerte, aparece ahora dibujándose un nuevo tipo humano al que, con el lenguaje de Nietzsche llaman “hombre de buen carácter” dispuesto a gozar de lo nuevo y que se satisface con lo efímero y lo fugaz.
Esto nos conduce a la problemática ética.

         5. Propuestas éticas
El principio ético fundamental parece ser la PIETAS hacia lo que vive o ha vivido, que no debe ser sacrificado a nada. (En uno de sus últimos trabajos, Vattimo, en un sentido marcadamente cristiano, cambia PIETAS por CARITAS, amor).
De este principio se desprenden algunas consecuencias:
  1. La liberación de las diferencias y la idea de justicia ligada al reconocimiento de las diferencias.
    Esto implica la valoración de las minorías y sus derechos a ser minorías                                       junto al valor de lo local y de los pequeños relatos que nos presentan          modelos de vida buena y feliz.
  1. Una nueva experiencia de la libertad como oscilación entre pertenencia y desapego. Se trata, para cada uno, de hablar su dialecto (cultivar su diferencia) pero sabiendo que vivimos en un mundo de dialectos donde ninguno habla la lengua universal.
  2. En general, se trata de lograr una vida bella y gozosa (estetización de la vida) como hombre de buen carácter que cultiva su diferencia (sistema de valores, cánones y tradiciones locales).
También esta idea aparece en la concepción del arte: Frente a la valorización del Todo, la Unidad, el Sentido que unifica la obra; ahora se valora el fragmento, la atomización, la indeterminación del significado, la multiplicidad y el pluralismo. No se pretende la originalidad. El Valor de “lo nuevo” es un valor ya abandonado (Cfrt. supra p. 3). Hay un constante frecuentar irónico de la historia como repertorio a nuestra disposición, de la cual tomamos y repetimos fragmentos.
Podríamos resumir todo esto en las palabras de Lyotard: “Los siglos XIX y XX nos han proporcionado terror hasta el hartazgo, ya hemos pagado suficientemente la nostalgia de todo y de lo uno, la reconciliación del concepto y lo sensible, de la experiencia transparente y comunicable. La respuesta es: guerra al todo...., activemos los diferendos, salvemos el honor del hombre...”.
Fuentes
LYOTARD, J.F. La condición posmoderna, Teorema, 1991.
LYOTARD, J.F. La posmodernidad (explicada a los niños), Gedisa, 1992.
VATTIMO, G. Más allá del sujeto (Nietzsche, Heidegger y la hermenéutica), Paidos, 1989.
VATTIMO, G. Ética de la interpretación, Paidos, 1992.
VATTIMO, G. y Otros, En torno a la posmodernidad, Antropos, 1990.
VATTIMO, G. La sociedad transparente, Paidos, 1990.
VATTIMO, G. El fin de la modernidad, Gedisa, 1986.
VATTIMO, G. Las aventuras de la diferentecia, Península, 1986.
VATTIMO, G. Destinación de la metafísica, destinación de la violencia. En pensamiento italiano contemporáneo. Fantini Gráfica, 1981.
VATTIMO, G. Creer que se cree, Paidos, 1996.




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